


El calmo candidato y el electorado rabioso
Por Carlos León Moya
Ayer el país les explotó a muchos en la cara. Mientras la clase política, varios columnistas de opinión y algunas agendas académicas tenían en primera línea de discusión la importancia del crecimiento económico y el fortalecimiento de la democracia, más de la mitad del país escogió como su candidato a Keiko Fujimori y Ollanta Humala. Mario Vargas Llosa, en su fallido papel de consejero de la nación, nos llamó a evitar escoger nuevamente entre el sida y el cáncer. A diferencia suya, más parece existir un tumor que se reclama democrático pero que le hace ascos a lo que escoge la mayoría del país, a la cual suele ver por encima del hombro.
No me siento en las condiciones de explicar de manera global lo ocurrido ni sus implicancias. En cambio, quiero tomar solo dos puntos que han venido flotando en estos días y que no he visto aún que se pongan a tierra: la relación de Ollanta Humala con las instituciones, y la particular clase media-alta limeña.
El candidato: ¿Qué es realmente Humala?
Un punto en contra de Humala es el temor hacia un supuesto arrebato suyo contra las instituciones democráticas y los fundamentos de esta. En el 2006, la respuesta no parecía ser muy difícil, pero ¿qué tan cierta es esta idea ahora? Nunca podremos saber qué tan radical hubiera sido el Humala 2006. No solo porque no ganó, sino porque lo inestable y volátil de su proyecto en ese entonces nos deja más dudas que respuestas. En cambio ahora tenemos más elementos de juicio.
El Humala 2011 es mucho más prudente. No solo ha “aprendido” a hacer política, sino que los reveses del pasado lo han hecho pensar más seriamente en la gente que lo rodea. Además, ahora los costos de una ruptura institucional son mucho más altos que hace 5 años, y el crecimiento económico (más a nivel macro que micro) dan un marco general en el cual tendrá necesariamente que moverse. Los cambios que plantea en esta materia, en realidad, no son tan agresivos como algunos suelen decir, y difícilmente tendremos a un Humala estatizando empresas cuando lo primero que tendrá que hacer, de ser gobierno, es ubicarse bien y evitar abrir muchos frentes de batalla en un campo en el que seguramente la oposición será agresiva.
Finalmente, el alejamiento de Venezuela y el acercamiento hacia Brasil no es sólo estratégico. La política exterior venezolana hacia los partidos de la región ha bajado en intensidad en los últimos años, con un Chávez que ahora tiene más problemas internos que antes, mientras que la influencia brasileña ha venido creciendo de manera sostenida en ese mismo lapso de tiempo. Además, las relaciones entre el PT brasilero y Chávez en temas internacionales no están exentas de conflictos (algunos más ácidos que otros), y no siempre se complementan entre sí.
El electorado: Pitucos por Keiko, o el drama de la democracia según A/B
¿Alguien tomará alguna vez la valiente decisión de analizar cómo piensan los jóvenes limeños de sectores A/B? ¿Cuáles son sus percepciones sobre el mundo, su país, su ciudad, sus pares, la empleada a la que siempre condena a comer en la cocina, y cómo todo esto se relaciona con sus posturas políticas? Decimos siempre que el Perú es, en el fondo, una sociedad racista, pero no se busca hacer el cruce entre estas percepciones y el voto.
Muchos de aquellos frescos jóvenes que “anhelaban el cambio”, según PPK, han terminado mostrando que la herencia colonial está más vigente en algunas cabezas que en los libros de Cotler. A diferencia del 2006, ahora las redes sociales nos dejan constancia testimonial de lo que sustentan, y nos hace pensar que el crecimiento económico no solo no cambió la insatisfacción que existe hacia abajo, sino que dejó intacta alguna estupidez que a veces existe hacia arriba.
Así, hemos visto desfilar en nuestras pantallas a jóvenes que le temían al voto de la empleada, o reclamaban al cielo aludes y huaycos que sepulten a esa sierra ignorante que votó mayoritariamente por el candidato que, según su avaricia cognitiva, les quitaría las casas de playa, la libertad, las discotecas frente al mar y la alegría. A la par que se autocalifican como educados y cultos -como si el haber estudiado en sus colegios privados les diera de manera directa una forma de pensar más elevada-, contraponen a ellos a las personas que votan de manera “emocional”, por puro “resentimiento”: ignorantes y desinformados, “serranos traídos a la ciudad gracias a Velasco”, que llevan al país a un despeñadero en el cual ellos no merecen caer. Paradójicamente, muchos de ellos clamaban desesperados también por defender la democracia. ¿Qué será de esos mismos jóvenes en 10 o 20 años? ¿Se imagina usted en dónde los encontrará? ¿Cambiarán sus arraigadas percepciones en los años venideros?
Es cierto, no todos son así. Quizá no sean la mayoría, quizá ni un quinto. Pero el que no lo hayan hecho todos de manera explícita no quiere decir que no exista esa línea argumental en muchas de sus opiniones. El continuo ficcional "voto racional (San Isidro)/voto emocional (Sierra Sur)" y "voto informado (PPK)/voto ignorante (Humala)" tiene muchísima carga de lo anterior, la cual también es reforzada por un discurso político dicotómico entre progreso/atraso y futuro/pasado. Visto así, lo último es, por lo menos, irresponsable.
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