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Columna de Opinión
Wilfredo Ardito Vega
Los íconos del nuevo nacionalismo



Opinión - Wilfredo Ardito Vega

- Buenas, quisiera habl…
- Estamos viendo la boda de Juan Diego Flórez, ¿no sabe? ¡Llame después!
Como la joven que me colgó el teléfono, miles de peruanos estaban prendidos ante el televisor, especialmente agradecidos al canal estatal por transmitir en directo un evento privado, como si se tratara de una ceremonia oficial. Al fin y al cabo, Juan Diego Flórez ya no es sólo un exitoso tenor peruano: es un ícono del nuevo nacionalismo.
En un país que tradicionalmente tenía muy bajos niveles de autoestima, llama la atención el surgimiento de varios íconos positivos que a muchos peruanos entusiasman, como Gastón Acurio, Mario Testino o Magaly Solier, así como la revaloración de elementos que siempre estuvieron allí, Machu Picchu, el pisco, el cebiche.
Los íconos promueven una mejor percepción de la peruanidad: los peruanos sabemos hacer bien las cosas, los peruanos no nos dejamos vencer por la adversidad, los peruanos podemos codearnos de igual a igual con los mejores.
El ícono más extendido sin duda años es la comida. Para mis amigos, conocidos, familiares y también para mí, pasar el dato del último huarique descubierto, acudir a un festival gastronómico o saborear en casa el platillo preferido es casi un ritual de afirmación nacional del estilo: “¡Sólo en el Perú se puede comer así!”… Pero, un momento, ¿todos los peruanos pueden comer así? ¿Cuántos peruanos jamás han probado un pisco sour?
Y esa no es la única paradoja en relación a los íconos del nuevo nacionalismo. La más curiosa es que los sentimientos negativos se mantienen. “El Perú es lo máximo” coincide con la convicción de que los peruanos somos flojos, desorganizados, ladrones e indignos de confianza. El “orgullo de ser peruano” coincide con el cotidiano: “Por culpa de esta gente el Perú está como está”. Y “esta gente” pueden ser los pitucos, los cholos, los blancos, los empresarios, los serranos, la gente de los conos, los limeños y, a veces, todos los mencionados.
Otra paradoja es que los íconos suelen alcanzar esta categoría cuando tienen éxito en el extranjero. Pareciera que necesitamos del reconocimiento externo para convencernos de nuestras propias cualidades, lo cual refleja una gran inseguridad. A veces me he puesto a pensar si realmente lo que genera tanto orgullo es el Perú. Sentí esto cuando vi en el Museo de Arte a muchas personas hacer colas durante varias horas para ver las fotos que Mario Testino tomó a diversos actores de Hollywood, mientras las exhibiciones del pintor indigenista Camilo Blas o los nuevos hallazgos moches recibían poquísima atención. Era curioso que la exhibición más visitada fuera la menos peruana de todas.
Ahora bien, desde la Cuba de Castro hasta los Estados Unidos de Bush, el nacionalismo ha sido utilizado desde el poder para encubrir situaciones incómodas. En el Perú, estoy convencido de que el Estado usa a los íconos para paliar escándalos y descontento. Por eso la televisión estatal transmitió la boda de Flórez o el Presidente García dispuso usar los recursos públicos para regalarle un departamento en Surco a Kina Malpartida, en un país donde millones de personas habitan en viviendas precarias, algunos de ellos a dos cuadras del Palacio de Gobierno.
Quien cuestiona este tipo de gastos se expone a ser acusado de envidioso o “mal peruano”. Al fin y al cabo, en muchos países el nacionalismo ha sido el paso previo a la intolerancia.
Otro caso indignante de manipulación de los íconos fue la publicitada reapertura de Machu Picchu, mientras miles de damnificados en el Cusco continúan abandonados. Sólo en traer a Susan Sarandon, PromPerú gastó 200,000 soles (50,000 euros o 70,000 dólares).
Eso sí, el gobierno aprovecha más a los íconos que no generen cuestionamientos: condecoró a Claudia Llosa, que ha declinado cualquier declaración que ofenda al status quo, pero no a Magaly Solier, que participa en actividades sobre derechos humanos y ha relatado sus propias experiencias durante el conflicto armado. Naturalmente, será imposible que Héctor Gálvez y su película Paraíso, en nuestra modesta opinión muy superior a La Teta Asustada, sean convertidos en íconos oficiales: Paraíso muestra un país demasiado real, del que no es fácil sentirse orgulloso, sino mas bien interpelado.
Resulta interesante que algunos íconos sean más conscientes de ese país que el propio Estado, como Gastón Acurio con el Instituto de Cocina destinado a muchachos pobres de Pachacútec o su discurso en la Universidad del Pacífico contra la emigración de los jóvenes profesionales. Juan Diego Flórez también está promoviendo las orquestas sinfónicas juveniles que han tenido tanto éxito en Venezuela. Para mí, en ambos casos, esas son sus facetas más admirables como personas y como peruanos.
El amor por el Perú no se mide por ser hincha de un ícono, sea una gaseosa, una comida o un compatriota exitoso, sino por contribuir a una sociedad más justa y más feliz. Y eso, todos podemos hacerlo.
En un país que tradicionalmente tenía muy bajos niveles de autoestima, llama la atención el surgimiento de varios íconos positivos que a muchos peruanos entusiasman, como Gastón Acurio, Mario Testino o Magaly Solier, así como la revaloración de elementos que siempre estuvieron allí, Machu Picchu, el pisco, el cebiche.
Los íconos promueven una mejor percepción de la peruanidad: los peruanos sabemos hacer bien las cosas, los peruanos no nos dejamos vencer por la adversidad, los peruanos podemos codearnos de igual a igual con los mejores.
El ícono más extendido sin duda años es la comida. Para mis amigos, conocidos, familiares y también para mí, pasar el dato del último huarique descubierto, acudir a un festival gastronómico o saborear en casa el platillo preferido es casi un ritual de afirmación nacional del estilo: “¡Sólo en el Perú se puede comer así!”… Pero, un momento, ¿todos los peruanos pueden comer así? ¿Cuántos peruanos jamás han probado un pisco sour?
Y esa no es la única paradoja en relación a los íconos del nuevo nacionalismo. La más curiosa es que los sentimientos negativos se mantienen. “El Perú es lo máximo” coincide con la convicción de que los peruanos somos flojos, desorganizados, ladrones e indignos de confianza. El “orgullo de ser peruano” coincide con el cotidiano: “Por culpa de esta gente el Perú está como está”. Y “esta gente” pueden ser los pitucos, los cholos, los blancos, los empresarios, los serranos, la gente de los conos, los limeños y, a veces, todos los mencionados.
Otra paradoja es que los íconos suelen alcanzar esta categoría cuando tienen éxito en el extranjero. Pareciera que necesitamos del reconocimiento externo para convencernos de nuestras propias cualidades, lo cual refleja una gran inseguridad. A veces me he puesto a pensar si realmente lo que genera tanto orgullo es el Perú. Sentí esto cuando vi en el Museo de Arte a muchas personas hacer colas durante varias horas para ver las fotos que Mario Testino tomó a diversos actores de Hollywood, mientras las exhibiciones del pintor indigenista Camilo Blas o los nuevos hallazgos moches recibían poquísima atención. Era curioso que la exhibición más visitada fuera la menos peruana de todas.
Ahora bien, desde la Cuba de Castro hasta los Estados Unidos de Bush, el nacionalismo ha sido utilizado desde el poder para encubrir situaciones incómodas. En el Perú, estoy convencido de que el Estado usa a los íconos para paliar escándalos y descontento. Por eso la televisión estatal transmitió la boda de Flórez o el Presidente García dispuso usar los recursos públicos para regalarle un departamento en Surco a Kina Malpartida, en un país donde millones de personas habitan en viviendas precarias, algunos de ellos a dos cuadras del Palacio de Gobierno.
Quien cuestiona este tipo de gastos se expone a ser acusado de envidioso o “mal peruano”. Al fin y al cabo, en muchos países el nacionalismo ha sido el paso previo a la intolerancia.
Otro caso indignante de manipulación de los íconos fue la publicitada reapertura de Machu Picchu, mientras miles de damnificados en el Cusco continúan abandonados. Sólo en traer a Susan Sarandon, PromPerú gastó 200,000 soles (50,000 euros o 70,000 dólares).
Eso sí, el gobierno aprovecha más a los íconos que no generen cuestionamientos: condecoró a Claudia Llosa, que ha declinado cualquier declaración que ofenda al status quo, pero no a Magaly Solier, que participa en actividades sobre derechos humanos y ha relatado sus propias experiencias durante el conflicto armado. Naturalmente, será imposible que Héctor Gálvez y su película Paraíso, en nuestra modesta opinión muy superior a La Teta Asustada, sean convertidos en íconos oficiales: Paraíso muestra un país demasiado real, del que no es fácil sentirse orgulloso, sino mas bien interpelado.
Resulta interesante que algunos íconos sean más conscientes de ese país que el propio Estado, como Gastón Acurio con el Instituto de Cocina destinado a muchachos pobres de Pachacútec o su discurso en la Universidad del Pacífico contra la emigración de los jóvenes profesionales. Juan Diego Flórez también está promoviendo las orquestas sinfónicas juveniles que han tenido tanto éxito en Venezuela. Para mí, en ambos casos, esas son sus facetas más admirables como personas y como peruanos.
El amor por el Perú no se mide por ser hincha de un ícono, sea una gaseosa, una comida o un compatriota exitoso, sino por contribuir a una sociedad más justa y más feliz. Y eso, todos podemos hacerlo.
ADEMÁS:
- Este 5 de junio, día que se cumple un año de la muerte de decenas de policías, indígenas y habitantes de Bagua Grande y Bagua Chica ha sido declarado por el gobierno como Día del Ron, en un patético esfuerzo para que la trágica conmemoración pase desapercibida.
- Con el asesinato del abogado Alex Minaya pasan de 20 los homicidios ligados a los conflictos en la antigua cooperativa azucarera en Pucalá (Lambayeque). La mayoría de muertos fueron trabajadores opuestos a diversos grupos de poder económico y político. En este caso, sin embargo, los asesinos de Minaya fueron un grupo de trabajadores.
- Como en años anteriores, las empresas Saga Falabella, Ripley, Hiraoka y otras continúan presentando imágenes de mujeres blancas y rubias para su campaña por el Día de la Madre, demostrando así su rechazo hacia rasgos de la mayoría de madres peruanas. Invitamos a los lectores a no comprar los regalos en tiendas con publicidad racista.
- Los familiares de varios turistas chilenos que murieron en uno de los últimos accidentes de las avionetas que sobrevuelan las líneas de Nazca han creado la página www.peligroennazca.com para advertir a otros turistas de los riesgos que corren. Algunas autoridades peruanas han considerado que la página hace daño al turismo, pero mas bien deberían tomar las medidas para evitar tantos accidentes mortales.
- La película Paraíso salió de la cartelera comercial y ahora sólo está en el Centro Cultural de la Universidad Católica. La única función es a las 5:45pm.
- Las empresas Masterhouse y lavanderías Martinizing pueden ser severamente sancionadas por publicar ofertas de empleo que expresan requisitos discriminatorios por edad.
- Agradecemos al Grupo Rojas por sus disculpas respecto a un aviso discriminatorio y a las empresas Puratos, Lizarbe y Portal y a la Caja Nuestra Gente, del BBVA por su compromiso de no volver a solicitar fotografías en sus ofertas de empleo, puesto que podría generar la impresión que los rasgos físicos son tomados en cuenta en la selección del personal.
EL APORTE (A la RP 301, A tu lado para siempre):
- Mis papás cumplirán 40 años de casados el próximo año y es muy cierto eso que las fuerzas se intercambian conforme pasan los años: lo he visto también en otras parejas. En el caso de mis papis el grado de complicidad es enorme y eso es lo que me encanta de su relación (Ana Tarazona).
- Mis padres también estuvieron juntos más de 60 años y con el tiempo pude ver cómo mi madre empezaba a cuidarlo. Te confieso que siempre me conmueve ver por la calle personas mayores de la mano, o ayudándose a cruzar la pista, a cargar algo, en fin... Entonces aprovecho el momento para pedir a Dios les dé fuerza para seguir adelante (Lilana Berta).
- Hace poco le pregunté a mi abuelita qué sentía luego de 70 años de matrimonio y me dijo que no había forma de imaginarse la vida sin mi abuelito. Con el tiempo, cuando hay amor, las vidas se hacen una sola (María Elena Huerta).
- Muchos amigos míos viven el proceso de desestructuración de sus hogares. Con uno de ellos lanzamos la hipótesis de que los tiempos modernos deben generar este elevado índice de rupturas. La frase "Hasta que la muerte los separe" para muchas personas son sólo palabras de rigor en un ritual religioso, pero las parejas protagonistas de tu crónica ha significado amor, lealtad y felicidad. Clasemediera o no, la crónica es un aliciente de ternura e ilusiones para las parejas más jóvenes. (Un abogado de Cajamarca).
- El día anterior a leer la RP, mi esposo y yo justo habíamos cumplido 35 años de casados y fuimos a misa a celebrar nuestro amor y nuestra vida juntos. Ahora no están nuestros hijos en el Perú, pero sí estamos juntos los dos, a Dios gracias, en buen estado de salud… y le pedimos a Dios estar así por muchos años más, diciéndonos: ¡A tu lado para siempre! (Una vecina de Lince).
- Efectivamente, cuando van pasando los años, somos las mujeres quienes "asumimos" el rol protector, sea porque nuestra esperanza de vida es mayor (aunque no la calidad), pero sobre todo por el rol de género asignado. Cuando veo parejas mayores tan comprometidas, me da una inmensa alegría, saber que a pesar de tantos momentos claros y oscuros, siguen unidas y apoyándose. Es una lección de vida invalorable. Ya quisiéramos las nuevas generaciones llegar a esa edad y con nuestra pareja, cosa que veo en muchos momentos imposible, sobre todo porque aún persisten desiguales relaciones de género y diversas formas de violencia familiar (Una abogada).
- Hace unos cuatro años, también mi papá se desplomó en plena misa. Ese día, él no había tomado desayuno, pero sí sus medicamentos antihipertensivos, y por eso se le bajó la presión. Yo estaba justo de visita en su casa, las vecinas me avisaron y lo pude asistir. Frente a estos casos, mi sugerencia es que pongan un médico en cada misa. Así, en primer lugar, se salvarán muchas vidas y, en segundo lugar, el médico se salvará de tooooodos sus pecados (una doctora de San Isidro).
La frase W: Cuántos problemas empezaron en el mundo, porque hubo quienes enseñaron a los niños que su país era el mejor.
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