Todas las clasificaciones internacionales coinciden en declarar a la Universidad de Sao Paulo (USP) como la mejor de América Latina, por el esfuerzo que dedica a la investigación y por su  formación académica especializada.

Cada año, más de 100,000 postulantes compiten por unas 10,000 vacantes en la USP.  En Derecho, ingresa uno de cada veinte postulantes.  De esta forma, prácticamente, la Universidad  se da el lujo de recibir a los mejores estudiantes de todo el Brasil.  Sin embargo, los profesores y alumnos de la PUCP, que asistíamos a un encuentro sobre la relación entre el Derecho y los sectores vulnerables, nos dimos cuenta que, lejos de ser elitista, la USP tenía muy claro su compromiso con la sociedad.

Por ejemplo, visitamos el Departamento Jurídico XI de Agosto, el consultorio jurídico gratuito que dirigen los estudiantes desde 1909.  Ocupa todo un piso en un edificio de oficinas de abogados, ubicado cerca del Palacio de Justicia.  Allí trabajan 30 estudiantes de manera voluntaria, elegidos entre 200 postulantes.  Ellos llevan ante los tribunales más de 4,000 casos, con el apoyo de 14 abogados.   Los alumnos de la PUCP bromeaban que parecía uno de los estudios de abogados mejor equipados de Lima (para esta labor sí existen decenas de computadoras con internet).

En la Facultad de Derecho de la USP, además,  se escribe, se enseña y se investiga sobre el “Derecho a la Ciudad”, es decir las exigencias humanas para la vida en una urbe.  Para ello, los alumnos trabajan en la formalización de las favelas.  Nuestra delegación también participó en un coloquio sobre el derecho a la vivienda, pero por el lado brasileño no expuso un alumno o un profesor, sino Olga Quiroga, una dirigenta social chilena, que vive en Sao Paulo desde 1968.  Ella explicó que la vivienda es un derecho humano fundamental:

No se trataba sólo de frases teóricas: la víspera, seis edificios abandonados en el centro de Sao Paulo habían sido tomados por personas sin hogar.  La señora Olga se puso a explicar las estrategias de los ocupantes para no ser desalojados, mientras alumnos y profesores brasileños la escuchaban con naturalidad… y los peruanos con perplejidad.

Los estudiantes de la USP también brindan apoyo legal a los trabajadores de los services de la propia universidad, porque existe un fuerte rechazo hacia la tercerización, un tema que en las universidades peruanas simplemente es un tabú, pero que los alumnos brasileños señalaban como una de las peores muestras de la “codicia de la economía capitalista”.

Cuando esos chicos, provenientes de los mejores colegios de Sao Paulo, hablaban de esa manera, me parecía evidente que las universidades peruanas (y toda la sociedad), se encuentran marcadamente despolitizadas, probablemente como consecuencia de la experiencia de Sendero Luminoso y del régimen fujimorista.  Por eso parecen tan ajenas las manifestaciones estudiantiles en Chile o Colombia.

Creo que en el Perú nos hemos habituado a coexistir resignados frente a la injusticia y muchas personas sensibles se limitan a acciones de caridad aisladas (como las que surgen en Navidad), que no resuelven ningún problema de fondo, salvo la conciencia de los sensibles.

Definitivamente, después de unos días en la USP todos regresamos a Lima con muchas preguntas e inquietudes sobre cómo desde nuestra carrera podemos promover una sociedad más justa.

Comments