


Lenguados, corvinas y politicas publicas pesqueras
Por Carlos Monge
El Perú tiene desde los años 50 una potente industria de harina de pescado; hasta llegamos a ser primeros productores y exportadores en el mundo, aunque en el camino casi liquidamos a la propia anchoveta. Hoy hay un sistema de cuotas que busca que eso no suceda y se reproduce suficiente anchoveta para seguir haciendo harina de pescado. También hay legislación que prohíbe que la pesca de arrastre se acerque a menos de 5 Km. de la costa, para dejar espacio a la pesca artesanal. Pero la anchoveta es el forraje del mar peruano y no se lo reproduce suficiente para que se alimenten los demás peces que de ella dependen. Además, las leyes no se respetan y la pesca de arrastre se acerca a las costas y se lleva todo de encuentro.
A eso se suma le extracción en escala industrial para la exportación del sargazo y las algas, que también cumplen roles clave en la reproducción de especies como, precisamente, el lenguado y la corvina. Nadie controla cuánto se saca ni en donde ni en qué época.
Como resultado, sin sargazo ni algas ni anchovetas suficientes, cada vez hay menos lenguado y menos corvinas. Grandes empresas generan ingentes ganancias, y muchas de ellas pagan impuestos y generan renta pública, eso también. Pero esta búsqueda de ganancias privadas y rentas públicas nos está llevando al borde de una crisis de proporciones que puede tirar al tacho una emergente industria gastronómica mucho más inclusiva socialmente y mucho más sostenible ambientalmente que la gran industria pesquera.
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