En los años 1960 se solía decir que los presidentes eran “ilustres prisioneros” de la oligarquía. Se referían a los barones del algodón y del azúcar que dominaban la economía exportadora junto con un puñado de enclaves extranjeros. El término comenzó a aplicarse cuando feneció la República Aristocrática en 1919.
Los presos más ilustres fueron militares. Destacaron sin duda el coronel Sánchez Cerro, luego de la crisis de 1930, y el general Odría, luego de la corta primavera democrática de Bustamante y Rivero (1945-48). Gracias a ellos se acuñó una frase complementaria: “los militares son los perros guardianes de la oligarquía”.
Estos presidentes apresados repetían los dichos de Pedro Beltrán, capitoste de la Sociedad Nacional Agraria y economista entrenado en Londres. Solía darles lecciones de economía y alguna vez los presidentes declararon que “no se puede matar a la gallina de los huevos de oro”, que la reforma agraria “ahuyentaba a la inversión”. Aunque no había carros con piloto automático, opinaron siempre que la economía exportadora era intocable.Hasta que llegó Velasco.
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Les invita,
Saturnino Flores
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