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Juventudes en escena

Ecuador: Juventudes en escena

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Por ALAI

Quisiéramos, en este artículo, dar cuenta de
las nuevas realidades juveniles en América
Latina, en referencia con su participación política
y social. Lo hacemos, particularmente,
desde nuestra experiencia y contacto con numerosas
manifestaciones juveniles en los diferentes
países de la región.
Sabemos que el tema puede abordarse desde
distintas miradas y perspectivas. De hecho,
numerosos estudiosos de los temas juveniles
en América Latina lo vienen haciendo. Quizás,
la nuestra puede tener la particularidad de la
cercanía con varias de estas multiplicidades.
Es importante advertir que una mirada sobre
los jóvenes podría hacerla también un joven.
No es nuestro caso y trataremos de disimular
un poco este límite aportándole a nuestro artículo
elementos que nos da cierto recorrido
en temas de juventud en los últimos cuarenta
años.
Dichos estos primeros referenciales, animémonos
a realizar este pequeño “viaje” por
las juventudes de América Latina y sus nuevos
compromisos transformadores.
Jóvenes movilizados en
América Latina
La región está viviendo, desde hace unos años,
cambios realmente significativos. Quizás, lo
más notable, sea esta percepción que tenemos
acerca de que dichos cambios están produciéndose
de manera regional y, de alguna
manera, acompañándose sinérgicamente. Sólo
parar poder analizar el fenómeno, fijaremos
una fecha del todo antojadiza: la realización
Quisiéramos, en este artículo, dar cuenta delas nuevas realidades juveniles en AméricaLatina, en referencia con su participación políticay social. Lo hacemos, particularmente,desde nuestra experiencia y contacto con numerosasmanifestaciones juveniles en los diferentespaíses de la región.
Sabemos que el tema puede abordarse desdedistintas miradas y perspectivas. De hecho,numerosos estudiosos de los temas juvenilesen América Latina lo vienen haciendo. Quizás,la nuestra puede tener la particularidad de lacercanía con varias de estas multiplicidades.
Es importante advertir que una mirada sobrelos jóvenes podría hacerla también un joven.No es nuestro caso y trataremos de disimularun poco este límite aportándole a nuestro artículoelementos que nos da cierto recorridoen temas de juventud en los últimos cuarentaaños.
Dichos estos primeros referenciales, animémonosa realizar este pequeño “viaje” porlas juventudes de América Latina y sus nuevoscompromisos transformadores.
Jóvenes movilizados en América Latina
La región está viviendo, desde hace unos años,cambios realmente significativos. Quizás, lomás notable, sea esta percepción que tenemosacerca de que dichos cambios están produciéndosede manera regional y, de algunamanera, acompañándose sinérgicamente. Sóloparar poder analizar el fenómeno, fijaremosuna fecha del todo antojadiza: la realización del primer Foro Social Mundial, en Porto Alegre, Brasil, en enero del 2001. Esta fecha marca el comienzo del nuevo siglo pero, para nosotros, también implica un nuevo “kairós” regional: un momento en que las múltiples agendas y causas de los movimientos  sociales de la región comienzan a confluir, entremezclarse, potenciarse mutuamente, retroalimentarse...
Alrededor de ese momento varios países comienzan a poder establecer gobiernos de cierto carácter popular: 1999 en Venezuela con Chávez, 2002 en Brasil con Lula, 2003 en Argentina con Kirchner, 2005 en Uruguay con Tabaré Vázquez, 2005, en Bolivia con Evo Morales, 2006 en Ecuador con Rafael Correa... entre otros.
En este contexto de cambios sociales, los movimientos y organizaciones sociales y políticas juegan un rol importante y, muchas veces, determinante. Dentro de estos, las “juventudes” actúan, se mueven, participan. A veces promoviendo las grandes causas nacionales, otras veces alrededor de causas más puntuales pero no menos relevantes para la vida de los mismos jóvenes o de las sociedades de las que forman parte.
En nuestro caminar por América Latina podemos constatar que se trata de un fenómeno alentador, aunque muchas veces invisibilizado en lo cotidiano por los grandes medios de comunicación que, una y otra vez, por aquí y por allá, se empeñan en mostrar a los jóvenes como peligrosos, delincuentes, vagos y no comprometidos. Por supuesto que existe esta categoría de jóvenes, pero es totalmente injusto y mentiroso, pretender que la “juventud” o las “juventudes” respondan a estos preconceptos.
Decir que encontramos jóvenes movilizados no quiere decir que siempre se comprenda adecuadamente este tipo de movilización o se la comparta. Algo que suele poner bastante nerviosos o incómodos a quienes observan a los jóvenes “comprometidos” de estos tiempos es el tipo de compromiso que asumen. Se trata de un problema de formas que no es menor. 
Muchas de estas “movidas” juveniles son sumamente puntuales y pueden llevarlos hasta arriesgar sus propias vidas en un momento y a dejar de lado la cuestión a las pocas horas. O a situaciones que son, para ciertas miradas, muy contradictorias. Jóvenes que hoy están en una toma de una universidad resistiendo a grandes presiones, y, sin embargo, en otros ámbitos de sus vidas, parecen entregados a consumos o a comodidades que se pensarían extrañas en aquellos sujetos. 
La participación política de los y las jóvenes ha tenido cambios profundos en la última década, acompañando los cambios de los que intentamos dar cuenta. Cuando empezaba nuestro siglo XXI, existía una gran desilusión acerca de la participación partidaria o sindical. Entre la desconfianza y el desencanto, miles de jóvenes elegían otras formas de participación, más puntual, específica y local. En aquellos últimos años de la “década del 90” y los primeros de los 2000, cuando todavía se sentía con todo su rigor el pensamiento neoliberal, muchos jóvenes resistían desde espacios muy específicos y localizados. Participando sobre todo de movimientos sociales, más grandes o más pequeños, expresaban sus deseos de cambio en espacios de reivindicación de las tierras, la cuestión de género, la creación cultural, la protección del ambiente. Con una perspectiva más política, el rechazo al ALCA concitó también una gran articulación de luchas en todo el continente y desde distintos sectores juveniles.
A medida que los procesos de cambios políticos se fueron produciendo en la región, surgió una mayor confianza en lo partidario para producir cambios sociales, legales, económicos. 
Prácticamente, en todos los casos nacionales de los que hicimos mención más arriba, miles de jóvenes salieron a las calles a respaldar a dichos procesos y a sus nuevos líderes. En algunos casos, como fue el caso de Bolivia, desde los movimientos sociales que llevaban a Evo Morales a la presidencia de la República y, en otros, como es el caso de Argentina, a partir de nuevos espacios partidarios, dentro de los partidos tradicionales, que sostenían primero a Néstor Kirchner y ahora a Cristina Fernández, en su ejercicio del poder institucional y del liderazgo social.
Quizás, esta nueva participación juvenil en los movimientos políticos sea una de las principales “novedades” en la región. Sin embargo, no podemos obviar una tensión importante entre lo que esta participación representa y ciertos estereotipos que se tienen sobre ella. No se trata de repetir el mismo tipo de participación que hubo en otros momentos de la historia. 
Desde aquellos y aquellas jóvenes que a finales de los 90 buscaban salvaguardar espacios de resistencia y buscaban generar espacios en lo micro donde se vivieran valores alternativos al sistema, a estos y estas jóvenes que buscan construir poder, ocupar espacios y transformar la realidad a partir de políticas públicas universales... hay un camino largo transitado y diferencias importantes. Aquellas resistencias tenían mucho de idealismos utópicos y cierta estética de la austeridad. Estas experiencias actuales tienen mucho más de realismo político, lucha por el poder real y manejo de recursos importantes, con todos los riesgos y potencialidades que esto implica.
No es que hoy hayan desaparecido las organizaciones juveniles que promueven experiencias en lo micro. Lo que sucede es que, en su gran mayoría, estas organizaciones se proponen articularse y participar en procesos más amplios, buscando impactar en realidades más generales.
Otra cuestión que se hace indispensable abordar es la incorporación de las nuevas tecnologías a estos mecanismos de participación. 
Si bien es cierto que, comparativamente con los países del Norte, el acceso a las mismas es más reducido en nuestra región, es igualmente cierto que día a día se incorporan más y más áreas a la conectividad global y miles de jóvenes se van sumando a una participación más activa en la red. El uso de teléfonos celulares es prácticamente universal entre los jóvenes urbanos y muy extendido entre los jóvenes rurales. 
Entre las y los jóvenes organizados, la utilización de estas herramientas es muy importante. 
Hace un tiempo no muy lejano, los espacios para compartir miradas políticas, opiniones, sentimientos... eran los espacios de reunión. Cuando era posible, alguna que otra revista comunitaria o barrial. O un afiche puesto en la puerta del centro comunitario, junta vecinal o cooperativa. Hoy, el Facebook, el Twitter, los correos electrónicos... son espacios cotidianos e inmediatos donde comparten lo que piensan, donde se convoca a una reunión o manifestación, donde se expresa la aprobación o el repudio. Este mecanismo tan cercano e incontrolable ha potenciado a los movimientos juveniles de manera inimaginable años atrás.
Uno de los aspectos que particularmente nos parecen más interesantes es la posibilidad que tienen estos recursos de atravesar las fronteras que en otras épocas producían los “guetos”. 
En general, si bien son posibles y existen los grupos más “cerrados” en la red, en muchos casos, atravesados por las lógicas de las redes sociales, otros temas y sensibilidades ajenas a las de dichos grupos pueden encontrarse al interior de los mismos, abriendo la agenda de temas y produciendo una mayor articulación.
A veces los adultos ven con desproporcionada valoración esta utilización de las tecnologías de la información y comunicación por parte de las y los jóvenes, depositando en ellas ciertas expectativas que parecen algo mágicas. 
La tensión entre la virtualidad y la realidad material está sin duda presente y no desaparece. Sin embargo, cada vez más, sus límites se confunden y se impactan mutuamente. Y sólo estamos en el comienzo de esta etapa de nuestra historia. 
Las y los jóvenes viven híper-estimulados por imágenes, sonidos, movimientos, luces, vibraciones... muy intensas, fugaces, impactantes. En este contexto se les hace difícil mantener mucho tiempo la atención, sobre todo cuando se trata de situaciones en las que se combinan esfuerzo con constancia. La educación formal es uno de los espacios que más está sufriendo el impacto de estos cambios culturales profundos.
Las “reuniones”, situación privilegiada para cualquier organización de los 80, aparecen hoy bastante devaluadas entre los movimientos juveniles de distinto tipo. Hoy se hacen por Facebook o por chat. Se siguen haciendo las reuniones formales, pero no tienen ni el peso ni el valor ni el lugar que tuvieron en otro tiempo. Hay “otras” formas complementarias o maneras de hacer que van reemplazando el espacio privilegiado que ocupaban.
El “activismo social”, la “actoría social”, son modalidades nuevas que los jóvenes van desarrollando y que tienen otras expresiones formativas y organizativas.

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