Escrito por Guillermo Giacosa
Se mira y no se toca
Por Guillermo Giacosa
Las respuestas al artículo sobre Warren Buffett me hacen pensar que algo está funcionando mal en una sociedad cuando el sentido común se convierte en un hecho extraordinario. Nos hemos habituado tanto al egoísmo desaforado que un acto de sensatez como el de Buffett suena casi a milagro.
Las neurociencias enseñan que la percepción de la realidad es solo una frágil aproximación a la misma. También enseñan que dichas percepciones difieren tanto como difieren las huellas digitales de un ser humano a otro. El poder y la riqueza contribuyen a hacer aún más profunda la distorsión de la realidad. Borran u oscurecen, al menos, la conciencia de nuestros propios límites.
¿Cómo me voy a morir yo –decía Savater–, que tengo esta maravillosa corbata de seda y una 4x4 esperándome a la salida? Es como si se borrara de golpe aquella vieja y sabia afirmación popular que advierte: “La mortaja no tiene bolsillo”.
El padre de Gabriel García Márquez le dijo entusiasmado a Gabo: “Si deposito en este fondo ahora, en 20 años recibiré por mes una gran cantidad de dinero”. A lo que su hijo respondió: “Papá, en esa época tendrás 105 años”.
Gracián (siglo XVII) decía: “Los seres humanos quieren comer (léase hoy consumir) en un día lo que no podrán digerir en el resto de sus vidas”. Convengamos que en el siglo XVII no había, para consumir, ni el 1% de lo que hoy se nos ofrece. Y en una sociedad de consumo afiebrada como la nuestra no es solo la falta de comida la que es percibida como una necesidad insatisfecha.
En Londres, quienes protestaban violentamente robaron plasmas y otros objetos no comestibles. Los simplificadores dijeron, como quien anuncia una gran verdad, “el plasma no se come”.
El apetito, en la sociedad actual, es estimulado por la infinita gama de productos y posibilidades que se exhiben sin que tengamos acceso a ellos. Es la sociedad del “se mira y no se toca” que inventa necesidades a veces absurdas –hay quienes asesinan por un par de zapatillas– sin crear los mecanismos para poder satisfacerlas.
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